por Jaime Mañalich - 28/10/2014 - 04:00
LA PONTIFICIA Universidad Católica de Chile ha anunciado que acortará la carrera de Medicina de siete a seis años. El prestigio de la UC, evaluada como la mejor universidad de Latinoamérica, le permite tomar decisiones fundadas en la experiencia e iluminadoras para el país. Una decisión de esta magnitud está avalada por un profundo proceso de reflexión. Es posible que la decisión se explique, en parte, porque la mayoría de los médicos graduados en “la Católica” siguen el camino de una especialidad. Sin embargo, en lo fundamental, importa reconocer en este gesto de vanguardia que las mallas curriculares deben ser revaluadas y modernizadas de acuerdo a las necesidades del país, asunto difícil en la cultura universitaria.
El perfil de la salud está cambiando rápidamente en Chile. Hoy, la carga de enfermedad está vinculada a enfermedades crónicas, destacando los cuatro jinetes del Apocalipsis: hipertensión arterial, diabetes, obesidad y depresión. Pero nuestras escuelas siguen graduando profesionales con una visión centrada en el hospital, un lugar no natural para el entendimiento del paciente y su entorno, según M. Foucault, y preparándose para lo que Chile ya no necesita: un médico general de zona multipropósito que trabaja solitariamente en una localidad apartada. Un atraso de 40 años.
Siguiendo el ejemplo de la PUC, otras escuelas de Medicina del país se animarán a reflexionar mirando a nuestros ciudadanos, afuera de sus altos muros.
La formación para el manejo de enfermedades crónicas a nivel de salud primaria es la prioridad. Ello debería traducirse en zonas o comunas asignadas a una casa de estudio para un manejo poblacional, en lugar de hablar de “campos clínicos” sólo en referencia a un hospital; aumentar significativamente, con la tutela correspondiente, las rotaciones por consultorios durante el pregrado; crear becas para programas de formación en medicina familiar que representen el 25% de los 1.000 cupos comprometidos cada año; remunerar a los médicos de familia como verdaderos especialistas, materia en la que ya hay grandes avances. Incluso, se podría llegar a considerar que de los dos años de internado convencional, al menos uno, completo, sea servido a nivel de la salud primaria.
Se debe recordar que el déficit de médicos en la atención primaria se estima en al menos 1.500 profesionales a jornada completa. Un cálculo más exigente, realizado por IPSUSS, lo fija en 4.000, al considerar que el envejecimiento acelerado de la población, el crecimiento económico, mejores políticas de protección social y una mejor resolutividad hacen crecer la demanda por estos servicios.
Las últimas encuestas CEP y Cerc señalan que los problemas de salud son el motivo más importante de agobio en la población. Incluso, consideran -mayoritariamente- que los recursos adicionales de la reforma tributaria deberían destinarse a estas necesidades.
¡Bien por la Universidad Católica! Es un campanazo de cambio y una señal de esperanza para quienes no pueden esperar: los más pobres, los más ancianos y los más enfermos.
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