miércoles, 29 de julio de 2015

Proclama por la Salud de los Pueblos y del Planeta


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 Los participantes del 4° Congreso Iberoamericano de Medicina Familiar y Comunitaria, reunidos en Montevideo, del 18 al 21 de marzo de 2015 bajo el lema Calidad y Equidad en el Cuidado a la Salud, proclamamos nuestra voluntad indeclinable de contribuir a la salud de los pueblos iberoamericanos y del mundo entero aportando nuestro trabajo, conocimientos, fuerza y entusiasmo para que todas las personas, cualquiera sea su credo, etnia, género, condición socioconómica, lugar de vida, orientación sexual, accedan al derecho a la salud y a una atención digna y de calidad. Iberoamérica vivó una diversidad de procesos políticos y sociales marcados por la destrucción, la alienación y el saqueo desde la etapa de la colonización, luego las dictaduras generadoras de dolor, y continuándose por el paradigma neoliberal.

 La salud de los pueblos se ha visto afectada en este proceso donde pasa a ser propiedad de unos pocos privilegiados y luego un bien del mercado. Seguimos en la búsqueda de avanzar en la salud como un derecho humano. Sabemos que estamos lejos aún de poder garantizar este derecho a las sociedades.

 Reconocemos en los y las jóvenes, que son el presente, una fuerza constructora y desde su mirada, un motor para los cambios necesarios. Precisamos formarnos principalmente en el primer nivel de atención, con abordaje de salud familiar y prácticas comunitarias e intersectoriales con participación social.

 Llamamos a la enseñanza-aprendizaje en procesos insertos en la vida y la historia de los pueblos desde un intercambio de saberes entre lo académico y lo comunitario. Nos preocupan y ocupan los problemas de salud que afectan a nuestras poblaciones y también los que viven los trabajadores de la salud. Si cuidamos de nuestros pacientes, ¿por qué no cuidar de nosotros mismos?

 Promovemos la investigación en el Primer Nivel de Atención y en la comunidad como una estrategia para mejorar la calidad de la atención de salud y para poder avanzar en propuestas adaptadas a la realidad y necesidades de la región. Debemos redoblar los esfuerzos en nuestros países para garantizar la cobertura universal que trascienda los aspectos técnicos del financiamiento sanitario e incorpore los principios de equidad, calidad y solidaridad en el derecho a la salud y en la responsabilidad de los gobiernos para establecerla.

Estamos profundamente comprometidos en un cambio de paradigma en la salud hacia la atención centrada en la persona y sus necesidades, reconociendo a la salud como medio para el desarrollo pleno del ser humano, protegiéndolo de intervenciones médicas innecesarias que pueden responder a intereses del mercado, evitando la sobremedicalización, apostando a realizar sólo las intervenciones éticamente aceptables y científicamente probadas.

Llamamos a consolidar la participación ciudadana en la salud como un derecho que promueve la acción de los actores sociales en la toma de decisiones y gestión pública de la salud para incidir en los determinantes sociales de la salud con igualdad y equidad. La Medicina Familiar y Comunitaria y la Atención Primaria en Salud son una herramienta clave para el desarrollo y la manutención de la salud de los pueblos.

 Estamos convencidos y la evidencia científica lo muestra, de que sólo a través de sistemas y modelos de atención basados en la atención primaria de la salud, que incorporen a la medicina familiar y comunitaria como parte fundamental, se podrá avanzar rápidamente a esta meta. Por ésto, promovemos una proporción de al menos un 50% de especialistas en Medicina Familiar y Comunitaria en los sistemas de salud de Iberoamérica, y que este valor sea un indicador para el alcance de la Cobertura Universal.

No se puede pensar en avanzar en el cuidado de la persona si al mismo tiempo no se incluye el cuidado del ambiente, entendiendo al ser humano desde su complejidad en interacción con su entorno y con el planeta todo. Es por eso que queremos incorporar y hacer nuestro el concepto de Salud Planetaria; Salud Planetaria es una actitud hacia la vida y una filosofía para vivir. Enfatiza en la gente, no en la enfermedad, en equidad, no en la creación de sociedades injustas. Es por eso necesaria una urgente transformación que requiere de nuestros valores y prácticas basadas en el reconocimiento de la interdependencia e interconexión.

 Necesitamos una nueva visión de acción democrática y cooperativa en todos los niveles de la sociedad y un nuevo principio planetario de bienestar para cada persona en esta Tierra-un principio que afirme lo que debemos conservar, sostener y que genere resiliencia al sistema planetario y humano del cual depende nuestra salud dando prioridad al bienestar del Todo. ¿Porque la tierra esta enferma? por la superexplotación de nuestra cultura productivista y consumista que nos genera enfermedad ya que somos la porción consciente, inteligente y cuidadora de la madre tierra y en la medida que generemos cuidados para ella, creamos salud en los pueblos y en nosotros mismos y haremos la madre tierra mas sana y proovedora de todo lo que necesitamos, nosotros y el resto de los habitantes del planeta. Esto es algo en lo que todos los médicos de familia y comunidad de Iberoamérica podemos contribuir, sabiendo que un mundo mejor es posible para todos. Porque si es bueno sólo para algunos, no es bueno para nadie. Montevideo, 21 de marzo de 2015. 4°Congreso Iberoamericano de Medicina Familiar y Comunitaria.

sábado, 25 de julio de 2015

La Neuróloga Andrea Slachevsky y los mitos del Alzheimer

El envejecimiento de la población chilena nos tiene enfrentados al efecto Alzheimer: el aumento exponencial de personas con ese mal u otras demencias. Por temor o ignorancia, se ha tejido una maraña de falsas creencias. ¿Cuánto sabemos realmente y qué podemos hacer al respecto?
El Alzheimer es una de las enfermedades más temidas. Los mayores de 90 años temen más a la pérdida de sus capacidades intelectuales que a la muerte. Como escribió Susan Sontag en La enfermedad y sus metáforas, las enfermedades son más que simples entidades biológicas: proyectamos en ellas un sinnúmero de significados. Probablemente tememos tanto al Alzheimer porque quienes lo padecen pierden poco a poco no sólo su memoria, sino también su independencia y su identidad. “Llegado a cierto estado, el enfermo no sufre más, está indiferente, está reducido a una máquina fisiológica que sobrevive… y es el otro, el cercano cuyas facultades no han decaído, que sufre el ser testigo de una pérdida tan espantosa”, escribe Serge Rezvani en El Eclipse.
Actualmente, un poco más del uno por ciento de la población chilena (180.000 personas) presenta una demencia. Más del 30% de las personas mayores de 80 años la presentan. La proyección es que ese porcentaje se incremente a 3,1% (626.000 personas) para 2050.
Quizás porque tememos tanto al Alzheimer, o simplemente por ignorancia, se ha tejido en torno a esa enfermedad una maraña de falsas creencias. Por esto se hace necesario despejar mitos y conocer mejor al enemigo. Eso nos puede ayudar a evitar entusiasmarnos con supuestas curas milagrosas o malinterpretar los resultados de la investigación científica. Por ejemplo, hace algunos días se anunció una probable cura: investigadores británicos habían revertido el Alzheimer en ratones con un medicamento anticanceroso. Los anuncios minimizaban el hecho de que nada garantiza que este resultado pueda transferirse al ser humano.
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Los 10 mitos que exponemos a continuación nos muestran qué es, cuánto sabemos y qué podemos hacer con el Alzheimer.

Mito 1. Los viejos se enferman de demencia senil
En realidad, el concepto de demencia senil así como el de ateroesclerosis no tienen sustento científico. Las demencias son un conjunto de enfermedades caracterizadas por una pérdida de las habilidades cognitivas, asociada a trastornos de la conducta, y de suficiente severidad para interferir con las actividades de la vida diaria. Hasta los años 60, se diferenciaba la demencia senil de la presenil, distinguiendo arbitrariamente las enfermedades de las personas mayores o menores de 60 años, como si nuestro cerebro supiera de edades de jubilación y sistemas de protección social. Esta diferencia carece de sustento científico. Si bien las demencias son significativamente más frecuentes en mayores de 60 años, las mismas enfermedades pueden presentarse en personas menores a esa edad. El Alzheimer es uno de los tipos más habituales de demencia. La manera correcta de referirse a una demencia es decir de qué tipo es. Otros ejemplos de demencias son la demencia vascular y la demencia frontotemporal.
Mito 2. El Alzheimer no mata
Las demencias sí matan. Si bien son enfermedades largas, que pueden durar más de 10 años, sí disminuyen de manera significativa la esperanza de vida. En Chile, la muertes atribuidas a demencias aumentaron en 526% entre 1990 y 2012, quedando en el sexto lugar como causa de muerte. Quienes tienen Alzheimer vivirán significativamente menos que sus pares sin la enfermedad. Hay ciertos factores asociados con una menor sobrevida, tales como una mayor edad y la severidad de la demencia al momento del diagnóstico. Pero muchas otras variables afectan la sobrevida en personas con esta enfermedad, por lo que no es posible predecir con precisión cuántos años vivirá un paciente. En el transcurso de la enfermedad se afectarán también las capacidades motoras y una cantidad significativa de pacientes terminará su vida postrado, sin poder alimentarse solo ni desplazarse. La muerte se producirá por las complicaciones médicas asociadas a la postración. En esos momentos están indicados los cuidados paliativos: evitar el sufrimiento e intervenciones fútiles que no prolongan la sobrevida.
Mito 3. es hereditario
Menos del 5% de los casos de enfermedad de Alzheimer son hereditarios y se explican por una mutación en un gen específico. En esos casos, muchos miembros de la familia presentan un Alzheimer de inicio precoz, antes de los 60 años. Ésta es una enfermedad multifactorial, es decir, resultante de la interacción de factores ambientales, conocidos o no, y de múltiples genes. Eso significa que tener parientes con Alzheimer aumenta la probabilidad de tener la enfermedad, pero en ningún caso nos condena a padecerla.
Mito 4. no se puede prevenir
Sí es posible. Prevenir significa disminuir el riesgo de presentar la enfermedad. Un estudio sueco mostró que el porcentaje de personas con Alzheimer fue significativamente menor en las personas nacidas entre los años 1915 y 1925 comparados a los nacidos entre 1905-1915. Los mejores niveles educacionales de la generación de 1915 serían el principal factor que explicaría su menor riesgo de demencia.
Mito 5. Es la demencia más frecuente
Todo depende del rango de edad. Los estudios neuropatológicos de cerebros post mórtem, que permiten determinar el tipo preciso de demencia, muestran que en menores de 80 años la demencia tipo Alzheimer es la más frecuente. Sin embargo, en mayores de 80 años predominan las demencias mixtas, resultantes de múltiples mecanismos de daño, particularmente infartos cerebrales y lesiones de tipo Alzheimer.
Es cierto que no existe hoy ningún tratamiento que logre detener o revertir la enfermedad. Pero eso no significa que no existan terapias que permitan convivir mejor con el Alzheimer y mejorar la calidad de vida de los afectados, tanto los enfermos como sus cuidadores.
Mito 6. Me falla la memoria: tengo Alzheimer
Nuestra memoria es frágil. Aun en ausencia de enfermedad, nuestros recuerdos son fugaces y sujetos a distorsión. Además, existen múltiples enfermedades que se asocian a fallas de memoria. No siempre se puede establecer con certeza la causa de un trastorno de memoria. Frecuentemente, sólo el tiempo permite aportar una respuesta. La persona con Alzheimer presentará un declive inexorable de su memoria. Pese a la dificultad de lidiar con la incertidumbre, la indicación médica más certera es frecuentemente “observar la evolución”. Más vale ese tiempo de incertidumbre y la difícil paciencia que verse enfrentado a un diagnóstico errado de Alzheimer con sus temibles consecuencias.
Mito 7. No hay nada que hacer
Es cierto que no existe hoy ningún tratamiento que logre detener o revertir la enfermedad. Sin embargo, la ausencia de cura no significa ausencia de terapias farmacológicas y no farmacológicas que permitan convivir mejor con el Alzheimer y mejorar la calidad de vida de los afectados, tanto los enfermos como sus cuidadores. De hecho, la Organización Mundial de la Salud recomendó la implementación urgente de planes nacionales contra el Alzheimer. Estos planes deberían articular medidas socio-sanitarias para disminuir el impacto socioeconómico del Alzheimer y otras demencias y garantizar una atención de calidad a los afectados.
Mito 8. No hay que anunciar el diagnóstico
Aún prevalece una actitud paternalista en que médicos y familiares ocultan el diagnóstico a los pacientes por temor a dañarlos. Los estudios muestran que se vulnera más al paciente al ocultar el diagnóstico que al tratarlo como una persona autónoma, capaz de enfrentar la realidad de su propio declive y muerte. Recordemos cómo se ocultaba antes el diagnóstico de cáncer a quien lo padecía, privándolo de la opción de decidir sobre su propio cuerpo. Una persona con Alzheimer en etapas leves y aun moderadas aún conserva la capacidad de tomar decisiones sobre su propia vida.
Mito 9. Se debe propiciar el diagnóstico precoz
Lo importante es realizar un diagnóstico oportuno, que no es lo mismo que un diagnóstico precoz. No se trata de una simple sutileza semántica. En la actualidad no se justifica realizar evaluaciones masivas para identificar a las personas con Alzheimer antes de que el paciente o su entorno consulten espontáneamente, ya que no existen fármacos que cambien la historia natural de la enfermedad. Eso no significa que no se deba informar sobre la enfermedad y propiciar la consulta ante la sospecha de un trastorno de memoria. Frente a esas consultas, los equipos de salud deben contar con las competencias y recursos necesarios para establecer un diagnóstico correcto y proponer las intervenciones necesarias.
Mito 10. Podemos diagnosticar antes de que se manifieste
Aún no es posible. Se están haciendo grandes esfuerzos de investigación para desarrollar biomarcadores que permitan el diagnóstico preclínico del Alzheimer. Sin embargo, aún no se han encontrado biomarcadores que predigan quiénes desarrollarán la enfermedad. Se pensaba que la identificación de placas de amiloides a nivel cerebral era el sello del Alzheimer. En cambio, lo que se ha encontrado es que la acumulación de amiloides y la muerte de neuronas son concomitantes, lo que no implica una simple relación de causa a efecto. En efecto, existen personas con placas de amiloides en su cerebro que nunca desarrollarán un Alzheimer. En la actualidad, el diagnóstico preclínico sólo es posible en los raros casos de Alzheimer de origen genético.
Más allá de los aspectos médicos, el Alzheimer nos revela nuestra fragilidad y los límites de la medicina. Frente a eso, sólo queda pensar en cómo nuestra sociedad se hará cargo de aquellos que no pueden valerse por sí mismos. Al fin y al cabo, si los chilenos sabemos convivir con sismos y tsunamis destructores, también podemos y debemos aprender a convivir con los desastres que destruyen el cerebro.

domingo, 19 de julio de 2015

Choosing Wisely en Psiquiatría: 13 cosas que no se deberían hacer

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Choosing Wisely (elegir sabiamente) es una campaña mundial para identificar tratamientos, diagnósticos y procedimientos innecesarios que habitualmente se realizan y que deberían evitarse. Se trata de ayudar, mediante recomendaciones basadas en la evidencia, a los médicos y pacientes a tomar decisiones conjuntas más sabias e inteligentes sobre el cuidado de la salud.

Esta iniciativa surgió en 2012 y actualmente engloba a más de 70 sociedades científicas. En su página web, en concreto en el apartado lists,están recogidas todas las recomendaciones formuladas hasta ahora.

En el campo de la psiquiatría, la sección de Choosing Wisely de Canada acaba de publicar la lista de las 13 cosas que deberían  evitarse en los pacientes psiquiátricos:

  1. No usar antipsicóticos atípicos como primera línea de intervención para el insomnio en niños y jóvenes.
  2. No usar ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina) como primera línea de intervención en la depresión leve-moderada en adolescentes.
  3. No usar antipsicóticos atípicos como primera línea de tratamiento en el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) con trastornos de la conducta disruptiva.
  4. No usar psicoestimulantes como primera línea de intervención en niños < 6 años con TDAH.
  5. No usar de forma rutinaria antipsicóticos para tratar el insomnio en cualquier grupo de edad.
  6. No solicitar de forma rutinaria análisis toxicológico en todos los pacientes psiquiátricos que acuden a urgencias.
  7. No usar de forma rutinaria antidepresivos como primera línea de tratamiento para depresión leve o con síntomas subclínicos en adultos.
  8. No solicitar de forma rutinaria pruebas de neuroimagen (RM o TC) en primeros episodios de psicosis cuando no existen señales o síntomas que sugieran patología intracraneal.
  9. No continuar de forma rutinaria con benzodiazepinas iniciadas en el hospital durante un episodio agudo. A largo plazo pueden producir efectos adversos como trastornos psicomotores y cognitivos así como abuso y dependencia.
  10. No prescribir de forma rutinaria antidepresivos como primera línea de tratamiento para depresión comórbida en el síndrome de abstinencia alcohólica sin antes evaluar si existen síntomas depresivos en el periodo de abstinencia.
  11. No prescribir de forma rutinaria antipsicóticos a altas dosis o combinación de antipsicóticos en esquizofrenia.
  12. No utilizar antipsicóticos como primera elección para tratar síntomas psicológicos y conductuales de la demencia.
  13. No usar  como primera opción benzodiazepinas u otros hipnóticos sedantes en ancianos. 

En nuestro medio, según han identificado y denunciado los propios profesionales, muchas de estas recomendaciones no se cumplen. El análisis de la prescripción ha revelado que existen áreas potenciales de mejora:

- En ancianos, no se cumplen las recomendaciones específicas 12 y 13 ni tampoco las número 5 y 9. 
    • La prescripción de antipsicóticos para tratar los síntomas conductuales (alteraciones psicológicas) de la demencia no está recomendada debido a su balance beneficio-riesgo desfavorable. A pesar de las restricciones establecidas –visado de inspección para dispensar antipsicóticos atípicos en mayores de 75 años-  es frecuente su prescripción en ancianos. En Castilla y León se ha identificado que en torno a un 36% de las prescripciones de antipsicóticos se producen en  mayores de 75 años y sobre un 27% en mayores de 80 años. 
    • En el manejo del insomnio es frecuente el uso de benzodiazepinas, especialmente lorazepam, pero también el uso de antipsicóticos (risperidona, olanzapina o quetiapina a dosis bajas). En Castilla y León se ha observado una utilización de quetiapina a dosis bajas- probablemente como hipnótico – en el 57% de ancianos mayores de 80, la mitad aproximadamente institucionalizados.

- Ante síntomas depresivos, sea cual sea su origen, es habitual instaurar tratamiento farmacológico inmediato. En general, las recomendaciones 2 y 7 no se cumplen. La demanda social, la intensa promoción y la cronificación de los tratamientos, entre otros factores, han disparado la utilización de antidepresivos en los últimos años. En Castilla y León su consumo ha aumentado un 50% en el periodo 2004-2014 (ver entrada previa aquí).

- En pacientes esquizofrénicos es frecuente que la recomendación 11 no se cumpla. 
    • En la práctica clínica las dosis de antipsicóticos empleadas suelen ser más altas que las recomendadas en ficha técnica debido a distintos factores como son mantener las dosis elevadas tras la fase aguda o aumentar estas sin esperar el tiempo suficiente para observar el efecto terapéutico. Otro aspecto que ha podido contribuir ocasionalmente a esta sobredosificación, sobre todo en la fase aguda, es que los pacientes incluidos en los ensayos clínicos sean poco representativos de la realidad clínica.
    • Con respecto a la asociación de antipsicóticos, salvo en contadas excepciones,  carece de fundamento teórico. En nuestra Comunidad, aproximadamente, el 13% de las pacientes psiquiátricos  - en ancianos el 7%-  son tratados con dos antipsicóticos y el 2,5% con tres. Además, alrededor del 46% de los pacientes son tratados, de forma continuada, con antipsicóticos inyectables de acción prolongada y al mismo tiempo con antipsicóticos orales. 

Señalar que estas recomendaciones permiten reflexionar sobre lo que es un tratamiento adecuado y necesario. Las directrices aquí comentadas tienen como objetivo último ayudar a médicos y pacientes a decidir, de forma conjunta, el plan de tratamiento más conveniente en cada situación clínica.

Comentario elaborado por Fernando Uribe1, Vicente Molina1 y Belén Calabozo2
1Servicio de Psiquiatría y Salud Mental. H. Clínico Universitario Valladolid
2Dirección Técnica de Farmacia. Gerencia Regional de Salud

martes, 14 de julio de 2015

Tiempo mínimo de atención médica en la consulta.

Tiempo mínimo de atención médica en la consulta.

Como Sociedad Chilena de Medicina Familiar, consideramos muy importante para brindar una buena calidad de una atención médica en un contexto ambulatorio,  contar con un tiempo mínimo razonable, el cual cumpla con las expectativas tanto del médico, del resto de los profesionales de salud y aún más importante, de la opinión de los mismos pacientes usuarios del sistema de salud.

Es por esto que desarrollamos esta breve encuesta, la cual se puede completar en menos de 3 minutos con el fin de saber su opinión con respecto a este tema.

Esta encuesta es anónima con fines de investigación del tema.

Ingresar al siguiente Link:

http://goo.gl/forms/XycQyXfXr4

miércoles, 8 de julio de 2015

Una buena sanidad pública universal exige una atención primaria fuerte y para todos

Mi presentación dentro de la Jornada Comencemos a mejorar la atención primaria de salud, organizada y celebrada en el Colegio de Médicos de Zaragoza el pasado 20 de junio.
Tomado de Blog de Dr Juan Simó
A modo de resumen
Es evidente que la reforma ligada a la creación de los centros de salud y la especialidad de medicina de familia supuso una mejora importantísima respecto de la situación previa. Pero decir esto, treinta años después, es decir ya poco. Probablemente, la principal aportación de la atención primaria durante estas tres décadas ha sido en términos de equidad. La atención primaria es el principal dispositivo contra la inequidad que tenemos en la sanidad pública. Pero afirmar esto no implica dejar de reconocer como el estancamiento y la parálisis dominan nuestra atención primaria en un modelo casi agotado. 
Como en el cuento, la atención primaria está desnuda (poca financiación, poco poder dentro del sistema, etc.) y descalza (nula autonomía micro-organizativa). Por eso nuestra atención primaria necesita cambios. Es posible mejorar. Pese a todo, es posible evitar la descomposición. Es posible llegar a tener una atención primaria mejor para todos, una atención primaria querida por todos y de la que nos sintamos todos orgullosos. Nuestra atención primaria necesita más recursos económicos. Pero eso no es todo, ni tan siquiera lo más importante. Debe evolucionar. Necesitamos una atención primaria adulta, en donde los mejores puedan desarrollar todo su potencial profesional y se les reconozca por ello, en donde la capacidad de auto-organización y auto-dirección de profesionales responsables pueda desarrollarse y en la que ni profesionales ni pacientes sean su combustible. 
La atención primaria siempre ha estado muy tutelada por la Administración. En la mayoría de los países desarrollados es impensable que a los médicos de familia se les diga cómo tienen que organizarse hasta el mínimo detalle en sus consultas y centros de trabajo. Pero esta tutela, que al principio de la reforma pudo tener cierto sentido y percibirse como apoyo, ha devenido en rigidez, ha reprimido el gen profesional del médico de familia y ha anulado la posibilidad de que desde abajo surja la diversidad micro-organizativa. 
No podemos seguir siendo una organización de “funcionarios”, en el sentido del término que más desentendimiento conlleva, cuyo fin es realizar sin más unas tareas asignadas dentro de un horario establecido y bajo una normativa que regula hasta el más mínimo detalle: lo más alejado del deseable profesionalismo. Un profesionalismo que sólo puede ser asumido por una atención primaria fuerte, bien dotada de recursos, con capacidad de decisión clínica y organizativa, liderada por unos profesionales que asuman riesgos, rindan cuentas y no se resignen a una tutela paternalista de la administración que se ha revelado incapaz de hacerla evolucionar. 
Nuestra sanidad pública actual poco tiene que ver con la de hace tres décadas. De las insuficiencias de entonces hemos pasado a una sanidad en la que se producen más actuaciones inadecuadas por exceso que por defecto. Esta medicina de excesos ocurre cuando se confunden hiperactividad y proactividad. La fragmentación de la atención cada vez más prevalente en el mundo hospitalario contribuye a ello. Hay pacientes sobre los que se actúa en exceso al tiempo que se actúa de menos, o sencillamente no se actúa, en otros en los que sí se debería y no se hace porque no demandan o porque tienen mayores dificultades de acceso. La ineficiencia, la inequidad, la irracionalidad y el daño por hiperactividad son las consecuencias inmediatas, a menudo silenciosas e invisibles. Necesitamos una atención primaria y un médico de familia con mucha mayor capacidad para actuar de forma proactiva en la reducción de las desigualdades de acceso y como antídotos de la hiperactividad y la medicina de excesos.
Los pacientes saben muy bien que cuando encuentran un buen médico o enfermera de familia, encuentran un tesoro. Pero no se puede estimar lo que no se conoce. En España tenemos una dualización sanitaria que atenta contra la equidad y la eficiencia. Determinados grupos socioeconómicos poderosos e influyentes no cuentan dentro de su esquema de atención sanitaria financiada públicamente con un médico y enfermera de familia con cupo identificable, agente del paciente y su familia, que atiendan de inicio todo tipo de problema de salud de forma longitudinal. Se trata del “descremado sociológico” de la atención primaria. Se priva así a ésta de la mayor capacidad de influencia que tienen para hacer que mejoren las cosas los grupos sociales más formados, informados e influyentes. La atención primaria debe ser para todos o nunca será.
La atención primaria es, probablemente, el ámbito de nuestra sanidad donde más convenga mantener o incrementar los recursos, especialmente si se introducen en ella los cambios estructurales que anulen la dualización del sistema, reduzcan el “gradiente social en salud”, promuevan la proactividad necesaria y reduzcan la hiperactividad inadecuada. Sin la atención primaria, y especialmente sin los médicos de familia, es sencillamente imposible una regeneración de nuestra sanidad que reduzca sus bolsas de ineficiencia e irracionalidad y amplíe su deseabilidad social.

miércoles, 1 de julio de 2015

Decálogo del buen médico

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En una de las últimas conferencias importantes que dio en el exterior, René Favaloro resumió el decálogo del buen médico. Fue en Dallas, durante un homenaje al fundador de la Sociedad Internacional de Cardiología, Paul Dudley White. De él, Favaloro dijo extraer estos diez legados: 

1. La historia clínica está por encima de cualquier avance tecnológico. 
2. Todos los pacientes son iguales. 
3. El trabajo es en equipo. 
4. Máximo respeto al médico de cabecera. 
5. Cobrar honorarios modestos. 
6. Hacer docencia e investigación. 
7. Prevenir, estimular la vida sana. 
8. No perder el humanismo. 
9. Abogar por la paz. 
10. El optimismo tiene efectos biológicos.