lunes, 24 de diciembre de 2018

A los años vividos, tiempo atendido

Autor: Freddy Guzmán, interno de medicina Universidad de Los Andes

 

A lo largo de la carrera de medicina uno vive experiencia de todo tipo, tan variable es esta que participamos en la atención del nacimiento de una nueva vida y también experimentamos el sentimiento tan profundo que genera el despedir a una persona cuando parte de este mundo.  

En este contexto, tan amplio, que implica el ejercicio de la medicina, hay uno que prevalece por sobre los demás y es en donde se practica la medicina por excelencia; el hospital.  Y por su relevancia en nuestra formación, es que la mayor parte de nuestro aprendizaje puesto en práctica se realiza en estos centros de salud, ya que uno en estos lugares interioriza el quehacer del médico; El trabajo en equipo, el pensamiento crítico, la plasticidad de conductas a llevar, el abordaje de un gran volumen de paciente al cargo de uno, entre otras muchas cosas. Y si bien es cierto que uno aprende como ser doctor en los hospitales, no es el único lugar donde se puede sacar mucho provecho de esta maravillosa carrera. 

Y entre estos lugares que sirven como fuente formadora de profesionales de la salud, quiero destacar una que para mí es tan importante en nuestro desarrollo como lo es el hospital, y estas son los hogares de anciano. 

Esto quizás lo digo porque recién terminé mi pasada por geriatría en uno de estos hogares, pero también es cierto que la forma en la que se vive la medicina en estos lugares es diametralmente distinta a la de los hospitales. Partiendo porque en los hogares uno no ve pacientes, uno atiende residentes, y si bien esto suena como una simple formalidad, en realidad es mucho más que eso, puesto que es mucha más  parecida a una atención médica a domicilio, y esto genera muchos punto a favor, como lo son el tiempo de atención, que ya no está limitado a 20 o 30 minutos, sino que uno puede dedicarse a conocer y ayudar a la persona en el tiempo que sea necesario, al ritmo del residente, sin presiones, lo que hace que la relación entre médico y paciente (en este caso residente) sea mucho más cercana, más cómoda, más familiar. 

Y estas ventajas no solo se sienten en la relación con los residentes, sino que también con el resto del personal que trabaja en estos hogares, tanto con las enfermeras como con las cuidadoras, con el personal de aseo, etc. Y esto debido a que se vive a otro ritmo,  a diferencia del hospital donde tanto la afluencia de pacientes como la urgencia de estos les obliga a vivir constantemente con el cambio puesto en quinta, en las residencia de ancianos todos los profesionales que trabajan ahí se tienen que adaptar a los ritmos de los residentes, que como es de imaginarse por su edad y por todo lo vivido, ya no tienen apuro y viven despacio, como observando los minutos y las horas pasar sin necesidad de retenerlos. 

Es por esto, y por las charlas y toda la sabiduría acumulada en los residentes, que considero mi pasada de geriatría, y más específicamente, mi pasada por aquel hogar de ancianos, una de las experiencia mas enriquecedoras de mi carrea.

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