martes, 13 de agosto de 2019

Prevención cuaternaria: es posible (y deseable) una asistencia sanitaria menos dañina














Toda acción tiene una cara y una cruz; toda decisión clínica conlleva simultáneamente beneficios y perjuicios.

 Llamamos prevención cuaternaria al conjunto de actividades que intentan evitar, reducir y paliar el daño provocado por la intervención médica.

 La prevención cuaternaria concierne por igual a la Atención Primaria y a la hospitalaria, pero es en la primera donde más actos se realizan, y por tanto, donde el potencial de evitar daños es mayor

. La medicalización de la salud y la arrogancia de la medicina conllevan un mundo de excesos.

 La prevención cuaternaria debe impregnar desde las prácticas diagnósticas hasta las preventivas, pasando por las medidas rehabilitadoras y el uso de medicamentos dañinos.

Además de estrategias prácticas conscientes de prevención cuaternaria, conviene desarrollar otras semiautomáticas, intuitivas, en el torbellino del trabajo clínico diario.

Cabe hacer daño al ofrecer prevención cuaternaria en el día a día. No conviene, por ello, aceptar sin críticas las propuestas de prevención cuaternaria.

Resumen

La prevención cuaternaria es el conjunto de actividades que intentan evitar, reducir y paliar el daño provocado por la intervención médica.

 Aunque todas las actuaciones clínicas buscan un beneficio, ninguna está exenta de riesgos. Así, pruebas diagnósticas, actividades preventivas, medicamentos prescritos o métodos rehabilitadores pueden desencadenar cascadas de acciones que generen círculos viciosos dañinos.

 Existen múltiples ejemplos de prácticas sanitarias innecesarias, perjudiciales o sobreutilizadas: la utilización del PSA para el despistaje del cáncer de próstata, el amplio uso de los inhibidores de la bomba de protones como «protector gástrico» o la solicitud de chequeos analíticos periódicos en personas sanas son algunos ejemplos.

 Por ello, es preciso desarrollar estrategias que nos permitan responder con fundamento y rapidez a la incertidumbre en la consulta, siempre con la máxima calidad y el mínimo daño posible.

Acceso a texto completo en este link 

miércoles, 7 de agosto de 2019

Docencia en APS: Experiencia de una Visita Domiciliaria Integral


Fuimos al departamento donde vive una paciente centenaria, por solicitud de su cuidadora que tenía nada más y nada menos que 80 años. El motivo de la visita fue porque la paciente sufría constantemente de dolor en su pie derecho producto de una placa de titanio que fue colocada para reparar una fractura hace más de 10 años, la cual nunca fue removida. Al preguntarle a su cuidadora, sobre la medicación de la paciente, se dio cuenta que la dosis de paracetamol que le estaba dando no era la correcta y que se había equivocado “por distraída”. Inmediatamente sale de la pieza de donde estábamos y comienza a llorar, pidiéndonos ayuda.
La cuidadora, se veía sobrepasada por los cuidados que necesitaba la paciente, ya que ésta es 100% dependiente, por lo que no sabe qué más hacer.
Refiere que recibe apoyo de una de sus hijas con la cual vive, quien la ayuda solo económicamente, mientras que la Sra dispone 100% de su tiempo y energía en el cuidado de la paciente. Además comenta que la ayuda de otra cuidadora a la cual le paga por 2 días a la semana, pero que actualmente, como están con problemas económicos, están pensando en prescindir de sus servicios pronto.
Las tres viven en buenas condiciones, en un departamento limpio con todas las necesidades básicas cubiertas (Luz, agua, gas). Se nota que existe una preocupación hacia la paciente, que la quieren y la cuidan. Se preocupa que tome todos sus medicamentos, de su alimentación, de sus cuidados personales, pero todo este trabajo para una cuidadora longeva ha sido bastante agobiante y estresante, al punto de colapsar al frente del equipo que la visitó. Nos contó que la paciente no tiene contacto ni relación con ningún familiar y que tampoco tiene amigos cercanos. Nunca se casó ni tuvo hijos y no tiene relación con sus hermanos ni sobrinos desde hace años, por lo que la cuidadora y su hija son las personas más cercanas que tiene.

Se conversó con la cuidadora para que supiera que el CESFAM la apoyaría, que su caso se vería en la próxima reunión y que pronto una asistente social la visitaría. Además le contamos que existen el programa “Respira” y que se podría conversar con la municipalidad para obtener apoyo por parte de ellos.
Al despedirnos, pese a seguir emocionalmente lábil se mostró agradecida por el apoyo recibido.
El plan en este caso, además del programa Respira y del apoyo Municipal para aportar al financiamiento de una cuidadora, debería hacerse en cuanto antes la visita por la asistente social, realizar una Valoración geriátrica integral a ambas adultas mayores y buscar a familiares de la paciente en caso de que la cuidadora desista de los cuidados, ya que legalmente le corresponde hacerse cargo al familiar más cercano.

Cristóbal Farrú Oliva
Interno de Medicina
Universidad de los Andes